José María Ibáñez
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Foto: elmundo.es |
El
“asesino del ajedrez” es el mote de Alexander Yuryevich Pichushkin, el asesino
en serie ruso que aterrorizó a la ciudad de Moscú entre los años 1992 y 2006.
Su historia es tan terrorífica como apasionante. También conocido como el
“maniaco de Bitsa” o el “asesino del martillo”, Pichushkin nació en 1974 en
Mytishchi, cerca de la capital rusa. Su padre abandonó a la familia siendo él
todavía muy pequeño, y fue criado por su madre y su abuelo. Este último lo
introdujo en el juego del ajedrez, y juntos pasaban largas tardes en el parque
Bitevsky, el mismo lugar que años después se convertiría en su coto de caza.
Un
accidente a los cuatro años, una caída desde lo alto de un columpio, le provocó
una lesión cerebral que afectó su comportamiento. Se volvió agresivo,
antisocial y fue internado en una escuela especial. Tras la muerte de su
abuelo, cayó en una profunda depresión. Su madre, para consolarlo, le regaló un
gato, y cuando el animal murió, Pichushkin lloró desconsoladamente. Este
vínculo con los animales contrastaba con su creciente desprecio por los
humanos.
A
los dieciocho años, cometió su primer asesinato. Empujó a un compañero de
estudios por una alcantarilla. El joven se había negado a participar en sus
planes homicidas. Entre 1992 y 2001, los asesinatos fueron esporádicos y no se
conectaban entre sí. Las víctimas eran personas vulnerables, indigentes,
ancianos, alcohólicos, lo que dificultaba detectar su patrón. A partir de 2001,
Pichushkin comenzó a matar con más frecuencia, llegando a asesinar a casi una
persona por mes y, entonces, fue cuando los crímenes empezaron a ser
relacionados entre sí.
Los
investigadores empezaron a notar similitudes en los distintos crímenes; fuertes
golpes en la cabeza, cuerpos arrojados a pozos y todos en el mismo lugar, el
Parque Bitsevsky de Moscú, también conocido como Bitsa Park, uno de los parques
naturales más grandes y emblemáticos de Moscú. Se creó un perfil psicológico
que apuntaba a un asesino metódico, con conocimiento del parque y con una
posible motivación simbólica.
Su
modus operandi era brutal. Emborrachaba a sus víctimas y luego les golpeaba la
cabeza con un martillo. Su obsesión era llenar las sesenta y cuatro casillas de
un tablero de ajedrez con cada asesinato. En su casa, la policía encontró un
tablero de ajedrez con sesenta y una casillas marcadas con monedas, representado
cada crimen.
Su
técnica era meticulosa. Merodeaba por el parque Bitevsky, se acercaba a sus
víctimas con escusas como “estoy de luto por la muerte de mi perro”, y los
convencía para beber juntos. Una vez aislados, las golpeaba con martillos,
botellas o palos, y en algunos casos las arrojaba a los pozos para que se
ahogaran.
Pero,
en 1996, el asesino cometió un error garrafal; asesinó a una compañera de
trabajo. La víctima había dejado un papel con su nombre
completo y número de teléfono a su hijo antes de salir con él. Este papel fue
clave para que la policía lo identificara.
Fue
arrestado el 16 de junio de 2006 en su casa de Moscú. No ofreció resistencia y
confesó, desde el primer momento, todos los crímenes. Incluso guio a los
investigadores por el parque para mostrar donde había cometido cada asesinato.
Aunque confesó haber matado a sesenta y una personas, solo se le condenó por
el asesinato de cuarenta y nueve.
Durante
el juicio declaró: “Para mí, una vida sin asesinatos es como una vida sin
comida”. No mostró ningún tipo de arrepentimiento y afirmó que no habría parado
si no lo hubieran detenido. “Mi primer crimen fue como el primer amor,
inolvidable”.
Fue
condenado a cadena perpetua sin posibilidad de libertad condicional, y enviado
a la prisión de alta seguridad Polar Owl, también conocida como Polarnaya Sova.
Es una de las cárceles más extremas y temidas de Rusia. Ubicada en el Ártico
ruso, esta instalación penitenciaria alberga a algunos de los criminales más
crueles y peligrosos del país.
Este
caso es uno de los más notorios en la historia criminal de Rusia, y Pichushkin,
que actualmente tiene cincuenta y un años, está considerado el segundo asesino
en serie más prolífico del país, después de Andrei Chikatilo, y marcó un antes
y un después en la criminología rusa, por la forma en que se conectaron los
asesinatos y por el perfil del asesino, que actuaba como si estuviera jugando
una partida de ajedrez con la muerte.
FUENTES CONSULTADAS:
*www.infobae.com
*www.periodistadigital.com
*www.eltiempo.com
*www.lavanguardia.com
*Archivo de Historias Olvidadas.
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