José María Ibáñez
Verdaderamente la historia no tiene desperdicio. La noticia del suceso apareció en los medios de comunicación de Islandia a finales del mes de marzo de 2012. Así rezaba el titular: "Una turista colabora en la búsqueda de su propia desaparición".
Pues sí, por increíble que nos parezca, aquel sábado, una turista que disfrutaba de unos días de vacaciones en Islandia, acabó formando parte de un grupo de voluntarios, policía incluida, dispuestos a ayudar en las tareas de búsqueda de una mujer que había desaparecido misteriosamente, eso sí, totalmente ajena a que la desaparecida era ella misma.
Según explican los rotativos islandeses la mujer "evaporada", cuya identidad no ha sido facilitada, viajaba en autocar y formaba parte de una de las típicas excursiones programadas de antemano para los turistas. Su destino, Eldgjá, un cañón volcánico situado a setenta y cinco kilómetros al sur del país.
Antes de profundizar en el desenlace de los acontecimientos hagamos un poco de historia del lugar. Eldgjá, en islandés, "garganta de fuego", es el mayor cañón volcánico de la Tierra; una grieta en la superficie terrestre que mide doscientos setenta metros de profundidad, seiscientos metros de ancho y ocupa más de ochocientos kilómetros cuadrados de extensión. La primera erupción documentada data de 939, duró más de un año y produjo lo que se conoce como una inundación de lava; una erupción prolongada durante la cual un enorme flujo de magma cubre todo el paisaje y llena el aire de gases sulfúricos. Algo que según los científicos es poco frecuente. Se estima que el cráter arrojó unos veinte kilómetros cúbicos de lava.
Pero sigamos con el misterioso suceso. La excursión llegó a su fin, era hora de regresar y los turistas se acomodaron en los asientos del autocar. El conductor, convencido que faltaba una pasajera, esperó durante una hora el regreso de la turista. Mientras tanto nuestra protagonista también esperaba, en realidad a ella misma.
Tras la larga e infructuosa espera el conductor decidió emprender el camino de vuelta. Al llegar al primer núcleo urbano el chófer denunció a la policía la desaparición de una mujer de entre veinte y treinta años, de origen asiático, de aproximadamente metro sesenta de estatura, que vestía ropa oscura y hablaba en perfecto inglés. A pesar de la detallada descripción ninguno de los turistas que viajaban en el autocar consiguió identificar entre los pasajeros a la desaparecida. Ni siquiera ella misma.
Un nutrido grupo de turistas, voluntarios y agentes policiales participaron en las tareas de búsqueda; incluso la Guardia Costera puso en marcha un operativo de búsqueda del cuerpo en el mar, que finalmente fue cancelado debido a las malas condiciones climatológicas.
Las pesquisas finalizaron a las tres de la madrugada, en el preciso instante en que la presunta desaparecida reparó en que el perfil de la turista que estaban buscando era sospechosamente similar al suyo. Un cambio de ropa inoportuno fue la causa de que el conductor no reconociera a la pasajera.
La historia tuvo un final feliz, ya que la propia turista desaparecida acabó encontrándose a sí misma.
FUENTES:
*europapress.es
*lavanguardia.com
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