José María Ibáñez
Foto: occidente.co |
No son pocas las historias que nos remiten a lugares donde presuntamente han acontecido o acontecen apariciones fantasmales y/o fenómenos paranormales, Seguro que a más de uno le han contado o, tal vez, ha vivido en sus propias carnes algún suceso extraño que no tiene una explicación lógica. Muchas veces las presencias fantasmales siguen frecuentando el mundo físico en lugares donde se han desarrollado trágicos acontecimientos: asesinatos, suicidios...
Esta historia se remonta a los años setenta del pasado siglo y ocurrió en un cuartel de la policía estatal ubicado en la región del Valle Costero Oeste del estado libre asociado de Puerto Rico. Antonio, nuestro protagonista, era policía y por aquellas fechas cumplía su segundo año ejerciendo de oficial de orden público.
Eran las ocho de la tarde de un día frio, oscuro y lluvioso. Antonio se acomodó en la silla detrás del mostrador dispuesto a iniciar el turno de guardia que finalizaba a las cuatro de la madrugada. Nunca había oído hablar, ni tampoco ninguno de sus compañeros le habían advertido sobre los extraños sucesos que al parecer acontecían en el cuartel pasada la medianoche.
Las manecillas del reloj rozaban la una de la madrugada. Desde su ubicación, detrás del mostrador y de espaldas a la puerta que daba acceso a la zona administrativa, Antonio percibió el sonido del teclado de una máquina de escribir. Quizá -pensó- el sargento o algún compañero habían regresado de su ronda habitual y accedido al interior de las instalaciones por la puerta posterior del edificio que habitualmente estaba cerrada. Abrió la puerta que estaba a sus espaldas y encendió las luces, no había nadie en las oficinas, todo estaba en orden y totalmente en silencio. Se convenció que todo había sido producto de su imaginación, que le había jugado una mala pasada; volvió a apagar las luces, cerró la puerta y regresó a su puesto de guardia.
Transcurrió algo más de una hora sin abandonar su puesto de trabajo, sintió su cuerpo entumecido y se levantó de la silla con el propósito de hacer una ronda por las instalaciones policiales y estirar las piernas. Se acercó a la puerta y al abrirla un escalofrío recorrió todo su cuerpo. Las luces de la oficina se encendían y apagaban, mesas y sillas se movían al compás de una danza que se le antojaba macabra, la alta temperatura era insoportable. El suceso no duró más de treinta segundos, pero a Antonio le resultó eterno. A continuación, todo en su sitio, todo oscuridad y silencio.
Días después le comentó su experiencia a uno de sus compañeros más veteranos. Éste le explicó que mucho tiempo atrás alguien le había comentado que el cuartel policial ocupaba el solar donde antaño se levantaba una vieja mansión que había permanecido abandonada durante muchos años. No sabía explicarle a ciencia cierta la verdadera historia de aquella casa, pero le contó que otros compañeros decían haber vivido extrañas experiencias durante la madrugada; ruido de pasos, puertas que se abrían y se cerraban, luces que se encendían y apagaban y bruscos cambios de temperatura.
Fuentes:
*A. Torres, Blanca. Fantasmas: Mito, Realidad o Fantasía. 2011.
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