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José María Ibáñez.

miércoles, 27 de abril de 2022

LA LEYENDA DEL HERRERO Y EL DIABLO

 Amado Carbonell


Portal de Santa Ana. www.aparisconelena.com


Cuantas veces habremos leído o escuchado mitos y leyendas sobre personas que a lo largo de la historia han realizado pactos con el diablo, para lograr un amor no correspondido, alcanzar la fama o incluso desear la muerte de un cruel enemigo, a cambio de que la persona que suplica los macabros servicios del maligno, entregue a éste su alma tras fallecer como pago.

Hay relatos en los que dichos pactos son retorcidos de tal manera, que incluso el solicitante es capaz de jugar hábilmente con las palabras, hasta llegar a confundir al propio Satanás, siendo uno de estos supuestos casos el de la opera de Johan Wolfgang Von Goethe: Fausto. Un médico de renombre, una persona de éxito pero insatisfecha de su propia humanidad y limitaciones, que en un arrebato de desesperación decide realizar un pacto con Mefistófeles para que éste le conceda la juventud, conocimientos ocultos y los placeres de la vida, a cambio de hacerle entre de su alma al llegar el ocaso de su vida.

Una de estas trágicas leyendas sigue aún viva en nuestros días, un mito envuelto de dudas y misterio que dio su inicio entre los muros de la Catedral de París, Notre Dame, poco antes de finalizar la construcción de la misma.

El origen de este mito daría comienzo en la década de 1340, cuando un joven y conocido herrero llamado Biscornet recibiría el encargo de acabar los trabajos de forja para adornar con filigranas la puerta de Santa Ana, un portalón de doble hoja situada al sur del edificio de la propia catedral.

Biscornet era conocido por su arte con la forja, y se sentía realmente orgulloso de poder añadir un elemento tan importante a la gran catedral de París, asegurándose así de que su nombre quedaría plasmado en los anales de la historia de la ciudad. Pero al dar inicio a aquel proyecto, fue consciente de que era demasiado trabajo para una sola persona, pues era el remate final antes de la apertura de puertas inaugural y la presión le iba causando grandes periodos de depresión y ansiedad, a la vez que día a día, la fecha de finalización se aproximaba rápidamente y era consciente de que su trabajo no avanzaba como él esperaba.

Desesperado, abandonó su lugar de trabajo para pedir ayuda a colegas y conocidos, pero todos le dieron la espalda, ya que sabían que aquel iba a ser un trabajo titánico, y fallar con la fecha de plazo conllevaría graves consecuencias para los trabajadores y para el propio Biscornet.

Totalmente desmoralizado, se entregó literalmente en cuerpo y alma a su trabajo, dejó de dormir y de comer durante varios meses, dedicándose únicamente a terminar el encargo hasta que finalmente cayó extenuado en el interior de la catedral.

Estando la vida del herrero al borde del colapso y sucumbir a una agónica muerte por inanición, alguien comenzó a dar golpes en las puertas del vetusto edificio durante la madrugada; creyendo que sus plegarias habían sido escuchadas y la ayuda por fin había llegado para socorrerle, Biscornet se acercó tambaleante hasta la puerta donde habían sonado los golpes.

Cual fue su sorpresa cuando al abrir, solo encontró una figura ante él, la cual, se le presentaría como la encarnación del Demonio sobre la faz de la Tierra. Éste, que había observado la fatiga y sufrimiento de aquel hombre, y sabiéndose exitoso de que si le propusiera un pacto de colaboración al herrero, para poder ver terminado su trabajo dentro del plazo establecido, accedería a entregar su alma sin dudarlo; hecho que ocurriría casi de inmediato, pues tras firmar la diabólica artimaña, ambos se dispusieron a trabajar tan raudos como les era posible hasta que finalmente, la Puerta de Santa Ana habría quedado terminada en poco más de un día de trabajo.

Agradecido, el herrero estrechó la áspera mano del Diablo, el cual se desvaneció ante sus ojos mostrando una grotesca sonrisa que le alcanzaba de oreja a oreja, recordándole el pacto que había firmado, pero el herrero hizo caso omiso de sus palabras, pues el trabajo estaba terminado a tiempo.

Lamentablemente, Biscornet no llegaría a ver el culmen de su obra, pues fallecería pocos días después de acabar el trabajo. El diablo finalmente habría cobrado su parte del pacto.

Pero esta historia no acaba aquí, en 1345, en el momento en el que se debían abrir las puertas para dejar entrar a los parisinos y se fascinasen con la belleza que se elevaba frente a sus ojos, estas no cedieron ante el sacerdote, que viéndose incapaz de accionar el mecanismo que mantenía el muro sur de Notre Dame cerrado, optó por usar un sistema más teológico y pragmático: Hizo llamar a uno de los sacerdotes que estaba preparando la ornamentación de la misa, y le ordenó traer un recipiente con agua bendecida. Tras introducir y bañar abundantemente el hisopo con el agua, bendijo enérgicamente la puerta de Santa Ana, que milagrosamente se abrió sola, para el asombro de todos los asistentes y del propio sacerdote.

A día de hoy, esta leyenda sigue siendo todo un misterio al que nadie ha sabido dar luz, quedando, por el momento, como una leyenda más que engrandece la historia de la Catedral de Notre Dame.

Aunque por otro lado, los teólogos elucubraron una curiosa teoría sobre el joven herrero, ya que el nombre de Biscornet, en francés podría traducirse como “Dos Cuernos”, dando a entender que el herrero era el propio Diablo disfrazado de hombre virtuoso, para crear la puerta de Santa Ana, pero que esta jamás hubiese podido ser abierta...

Sea como fuere, el misterio sigue rodeando a Notre Dame, la cual, muestra todos sus encantos, secretos y enigmas a aquellos visitantes que ávidos de conocimiento, sepan donde mirar.

 

Fuentes:

*www.lavanguardia.com

*www.maldita.es

*www.laverdad.es

*www.revistadearte.com

 

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