Segunda parte
HUGO DE CLUNY
Monasterio de Montserrat (Foto: enodestino.com) |
Alfonso el Bravo, rey de Castilla, de León, y más tarde también rey de Galicia, después de superar las intrigas de Urraca, se apodera del País Vasco y de parte de Navarra. Sus pesados tributos, sin embargo, necesarios para construir iglesias y monasterios, acabaron por granjearle el descontento de Toledo y de otros reinos taifas. Luego, la llegada de los almorávides, le supuso a Alfonso una serie de derrotas que culminaron con el desastre de Uclés, donde murió Sancho, su único hijo.
Al margen de las vicisitudes históricas, Alfonso VI, bajo la influencia de su amigo Hugo de Semur, realizó una importante obra social eurepeizando sus dominios. Casado Alfonso en segundas nupcias con Constanza de Borgoña, sobrina del abad de Cluny, otro abad de Cluny, Pedro el Venerable, en su "Libro de los Milagros", celebra la grandeza del rey castellano y explícitamente añade que "fue un gran amigo y un bienhechor de la Iglesia de Cluny... Con sus propios bienes construyó dos abadías en España, autorizó a otros fundadores a construirlas y contribuyó a su erección, estableció en ellas a monjes cluniacienses, multiplicó sus liberalidades e hizo posible que pudieran servir a Dios según su regla..."
Hugo de Cluny (Foto: apokalypsisdeluis.blogspot.com) |
Paradigma de los benedictinos, con Hugo de Semur se hace evidente que la Orden sigue un esfuerzo organizado para reunir los medios necesarios para establecer en Europa una nueva civilización que disipe las sombras de siglos pasados. Alfonso VI es un instrumento, el establecimiento del Camino es una coartada, pues lo que teje Hugo de Cluny en España es una tupida trama que tiene por objeto el que sus monjes tengan acceso directo a las fuentes árabes del saber, puesto que son éstos los que han recogido la antigua cultura.
Los benedictinos confraternizan con los árabes en los llamados monasterios mozárabes y se familiarizan con los manuscritos árabes y hebreos, griegos, y romanos, alejandrinos y cabalísticos. Contratan a artesanos árabes para trabajar en las catedrales francas, tal como muestra palmariamente la de Chartres, donde aparecen diversos motivos mozárabes e incluso palabras esculpidas en lengua árabe.
MAJESTADES
Suele afirmarse que la Moreneta se ennegreció a causa del humo de los cirios y de la acción del tiempo, cuando en realidad todas las Vírgenes Negras, talladas en madera maciza, desde su origen estaban pintadas de negro azabache y vestidas con un manto de tres colores que evoca las fases de la alquimia. Originariamente, de acuerdo con las descripciones antiguas, el vestido de tres colores -blanco, azul y rojo- también estaba pintado sobre la misma madera. Actualmente ninguna de las imágenes originales, mantiene estos colores pues, en lugar de vestidos pintados, en el transcurso de los siglos han sido revestidas de unas telas cuyos colores en absoluto recuerdan los originales.
También ha desaparecido de las imágenes la significativa y originaria cinta verde que las adornaba. Cuando primitivamente, después de los oficios, los benedictinos descendían a la cripta para saludar a la Virgen, exaltaban mediante una jaculatoria que evocaba los verdes trigales y la fecundidad del verde mar, para celebrar los dones de la Virgen Negra.
El color de la esmeralda y de la mies tierna, es una velada alusión a Hermes Trimegisto, el autor de "La Tabla Esmeralda" y padre de la alquimia, que a su vez inspirará posteriormente san Bernardo para componer las jaculatorias marianas. Antes, sin embargo, los benedictinos ofrecían a la Virgen cirios de color verde. Una costumbre que en algunas iglesias de Francia los fieles siguen manteniendo, en especial el día de la Candelaria. A Isis, la diosa de Egipto, la llamaban la Diosa Verde y su cara siempre se representa negra.
La basílica del Puy se construye sobre un montículo cuyo nombre era Mont Anis: una denominación que evoca claramente a las diosas Dana (Ana) e Isis, ya que a ambas estaba dedicado el templo pagano sobre cuyas ruinas se alza el templo cristiano. Las Vírgenes Negras originales muestran una actitud majestuosa que en absoluto recuerda el arte árabe y bizantino sino que parece señalar más lejos, a Oriente y a Egipto.
De Egipto, el antiguo Al Jemmit, cuyo nombre significa precisamente Tierra Negra, procedían las estatuillas de Isis que desde antes de la época romana invadieron todo el ámbito mediterráneo. Isis, que es negra, como también lo es Dana, evocan ambas con su color a la Madre primordial y a la Tierra (cuya raíz sánscrita mater significa tanto la madre como la tierra). Todas ellas aparecen en la estatuaria antigua en una actitud aristocrática, majestuosa, sentadas en su diminuta silla con su hijo, y con la mirada sin prestar atención a su entorno próximo sino dirigida a un punto distante, tal vez a Oriente.
A la Virgen, en la Edad Media, se la conocía como Nuestra Dama. San Bernardo desdeña este título y la llama primeramente Ismeria, para a continuación darle el nombre de María y, genéricamente, denominar Vírgenes Negras a todas las que poseen esta coloración. Popularmente, empero, los fieles siguen llamándola la Egipcia y, a veces, derivando de ésta denominación de egiptana, la llaman también la Gitana. Curiosamente, la Virgen de Meynac, en el Corrèze, en lugar de la habitual corona lleva un turbante en la cabeza.
Todas las Vírgenes Negras primitivas poseen unas medidas uniformes, pues el alto de las mismas es de 72 o 74 cm. y el fondo de 32 o 34 cm. Las medidas de la actual imagen de Monserrat son 92 cm. de altura y 29 cm. de base. Si las estatuillas procedían de Cluny y seguían un mismo modelo de escultura en alto relieve, no resulta gratuito que poseyeran todas ellas las mismas medidas ya que, plausiblemente, eran talladas por los mismos monjes.
La relación 7 a 3 de las medidas es una proporción sagrada que sin duda no tiene nada de casual, como tampoco es casual que todas ellas fueran pintadas de negro. Ni es casualidad que, sin excepción, todas las esculturas originales o producidas en el siglo XII, poseen trece características comunes, de las cuales destacaremos únicamente que, en los lugares donde fueron encontradas, antes del cristianismo existía un culto pagano, celta u oriental. Para desvirtuar la estrecha relación de la Virgen Negra con el druidismo, con el apogeo de los cistercienses de san Bernardo, la imagen ya no es hallada junto al pozo y al dolmen, sino que la trae de Oriente algún caballero que regresa de las Cruzadas, que aparece en algún monasterio donde se predicó una Cruzada o que la recibió el rey de Francia como homenaje de algún soberano árabe.
Las imágenes "originales" de la Virgen Negra aparecen bajo la égida de Hugo de Cluny y cuando san Bernardo y los templarios irrumpen en escena, algunos elementos de desvirtúan, como ocurre con la imagen de la Virgen de Guadalupe o con las de Lisboa y Oporto, que los propios templarios llevan a México y a Portugal huyendo de la represión decretada por Felipe el Hermoso de Francia.
LA SULAMITA
Kali, la diosa que amamantó a los dioses del panteón hindú, es negra. Isis, que amamantó al divino Osiris, es negra. La bella Sulamita, ella misma lo dice, es negra. Pero en todos estos casos, la negritud de las tres no alude a la pigmentación de su piel sino que nos remite simbólicamente a la diosa Madre, que también se torna negra cuando es fecundada por el Sol para dar la vida. Todas las imágenes del siglo XII, al ser negras, son una precisa alegoría del mito ancestral de la Tierra Madre, que recibe del Toro Celeste la lluvia bienhechora y gracias a la cual, fecundada por el Sol, hará posible la vida. Pero la vida se desarrolla en el tiempo y el tiempo (el kâla hindú) es negro, por ser irracional, y es muerte ésta es un ciclo más de vida.
A partir del siglo XIII, sin embargo, con san Bernardo, estos conceptos se diluyen en la mente del hombre. La Madre de Jesús deja de ser llamada Nuestra Señora para adoptar el nombre de Virgen que impone san Bernardo con un criterio harto dudoso, pues forma la denominación a partir del viros griego, que significa hombre, y del cual hace derivar virgo, palabra que significa literalmente "mujer que vale por dos hombres", lo mismo que la palabra virago. Bernardo precisa, por otra parte, que la "Virgen es tierra no arable y sin embargo fructifica", en clara alusión a la máxima cisterciense: "la mujer es el surco de la tierra y el hombre el arado sembrador".
San Bernardo, que conoce bien la Biblia y más especialmente El Cantar de los Cantares, traicionando el espíritu benedictino respecto a la mujer, adopta el misogismo hebreo, establece que el Cantar es solamente la alegoría anticipada y simbólica de las nupcias entre la Iglesia y Cristo: una unión tan virginal como la de María con el Espíritu Santo. Antes, la teología judía, por su parte, ya había sentado que el Cantar que Salomón entona a la Bella Sulamita es la crónica simbólica del amor que Jehová proyecta sobre su pueblo elegido y amado.
Los talmudistas interpretan que la Esposa no es realmente negra sino que su piel es simplemente morena, pero la poética del cántico deja de lado cualquier consideración racial para poner el énfasis en unos símbolos que, obviamente, por su marcado paganismo, ni el judaísmo ni el cristianismo podían aceptar.
La simbólica esposa de Salomón es negra porque el Sol la miró. Y el hecho de mirar, en el antiguo hebreo, equivalía a conocer, término que a su ver era sinónimo de unión sexual. Por tanto, alegóricamente, solo cabe interpretar que cuando el Sol mira a la Bella Sulamita lo que hace en realidad es unirse a la Tierra. En la obra alquímica, la prima materia es negra y femenina, y el adepto debe buscarla en el seno de la tierra, en el "sexo de Isis". Luego la debe animar con un "fuego secreto" para poder transformarla. Una transformación que se opera añadiendo a la prima materia la "leche de la virgen", suerte de catalizador que hará posible tanto la transformación alquímica como la aparición de los tres colores base del manto de la Virgen.
Salomón celebra la belleza de la joven Sulamita, cuyos "pechos son como dos cabritos mellizos de gama, apacentados entre azucenas". Celebra la calidez de su boca: "Panal de miel destilan tus labios; miel y leche hay debajo de tu lengua, y el olor de tus vestidos es como el olor del Líbano". Imágenes olfativas, táctiles, complementan las imágenes visuales. El poeta alude al mosto, casi negro, tras haber sido adobado con granadas. Alude a la noche, al sueño, al parto de la madre de Sulamita, que pare a su hija en la oscuridad de la noche, al pie de un manzano.
¿No es ella la que sube del desierto como negra columna de humo, lo mismo que la negra Isis? ¿No pare Isis a Horus sola, recostada contra una palmera, en mitad de la noche? Kali, la diosa hindú, también es negra y la llaman la Hlandera o la Tejedora, por ser la dueña del hilo de la vida. Magdalena, la esposa de Jesús en el primitivo esoterismo cristiano, también aparece como Tejedora y, confundida con la madre del Maestro, como morena, para dar origen a las Vírgenes Negras. Belicena, la paredra de Belén, el dios Baal de los cananeos, también es Negra.
Moisés, pese a establecer la ley racial, no tiene empacho en desposarse con una princesa etíope. Aaron y Myriam, escandalizados, son incapaces de comprender a su hermano. Sin embargo, la lección de Moisés es harto explícita: hay una vida espiritual, destinada a Dios, y una material destinada a la Madre. La Gran Madre, la Tierra, también es Negra, lo mismo que su propia materia. La viña de la Sulamita está en un lugar llamado Baal-hamón: el huerto del dios Toro, invocado en el paganismo como el "marido de los campos". La Amada de Salomón, que también ha sido mirada por el Sol, sale de su casa y clama, desafiante y orgullosa: "Soy morena, oh hijas de Jerusalén y de Sión, pero soy hermosa", dice la Sulamita, y añade: "Soy negra porque el sol me miró".
Abadía de Cluny (Foto: wikipedia.org) |
La relación 7 a 3 de las medidas es una proporción sagrada que sin duda no tiene nada de casual, como tampoco es casual que todas ellas fueran pintadas de negro. Ni es casualidad que, sin excepción, todas las esculturas originales o producidas en el siglo XII, poseen trece características comunes, de las cuales destacaremos únicamente que, en los lugares donde fueron encontradas, antes del cristianismo existía un culto pagano, celta u oriental. Para desvirtuar la estrecha relación de la Virgen Negra con el druidismo, con el apogeo de los cistercienses de san Bernardo, la imagen ya no es hallada junto al pozo y al dolmen, sino que la trae de Oriente algún caballero que regresa de las Cruzadas, que aparece en algún monasterio donde se predicó una Cruzada o que la recibió el rey de Francia como homenaje de algún soberano árabe.
Las imágenes "originales" de la Virgen Negra aparecen bajo la égida de Hugo de Cluny y cuando san Bernardo y los templarios irrumpen en escena, algunos elementos de desvirtúan, como ocurre con la imagen de la Virgen de Guadalupe o con las de Lisboa y Oporto, que los propios templarios llevan a México y a Portugal huyendo de la represión decretada por Felipe el Hermoso de Francia.
LA SULAMITA
Kali, la diosa que amamantó a los dioses del panteón hindú, es negra. Isis, que amamantó al divino Osiris, es negra. La bella Sulamita, ella misma lo dice, es negra. Pero en todos estos casos, la negritud de las tres no alude a la pigmentación de su piel sino que nos remite simbólicamente a la diosa Madre, que también se torna negra cuando es fecundada por el Sol para dar la vida. Todas las imágenes del siglo XII, al ser negras, son una precisa alegoría del mito ancestral de la Tierra Madre, que recibe del Toro Celeste la lluvia bienhechora y gracias a la cual, fecundada por el Sol, hará posible la vida. Pero la vida se desarrolla en el tiempo y el tiempo (el kâla hindú) es negro, por ser irracional, y es muerte ésta es un ciclo más de vida.
Sulamita (Foto: eusebiobgc.blogspot.com) |
San Bernardo, que conoce bien la Biblia y más especialmente El Cantar de los Cantares, traicionando el espíritu benedictino respecto a la mujer, adopta el misogismo hebreo, establece que el Cantar es solamente la alegoría anticipada y simbólica de las nupcias entre la Iglesia y Cristo: una unión tan virginal como la de María con el Espíritu Santo. Antes, la teología judía, por su parte, ya había sentado que el Cantar que Salomón entona a la Bella Sulamita es la crónica simbólica del amor que Jehová proyecta sobre su pueblo elegido y amado.
Los talmudistas interpretan que la Esposa no es realmente negra sino que su piel es simplemente morena, pero la poética del cántico deja de lado cualquier consideración racial para poner el énfasis en unos símbolos que, obviamente, por su marcado paganismo, ni el judaísmo ni el cristianismo podían aceptar.
La simbólica esposa de Salomón es negra porque el Sol la miró. Y el hecho de mirar, en el antiguo hebreo, equivalía a conocer, término que a su ver era sinónimo de unión sexual. Por tanto, alegóricamente, solo cabe interpretar que cuando el Sol mira a la Bella Sulamita lo que hace en realidad es unirse a la Tierra. En la obra alquímica, la prima materia es negra y femenina, y el adepto debe buscarla en el seno de la tierra, en el "sexo de Isis". Luego la debe animar con un "fuego secreto" para poder transformarla. Una transformación que se opera añadiendo a la prima materia la "leche de la virgen", suerte de catalizador que hará posible tanto la transformación alquímica como la aparición de los tres colores base del manto de la Virgen.
Salomón celebra la belleza de la joven Sulamita, cuyos "pechos son como dos cabritos mellizos de gama, apacentados entre azucenas". Celebra la calidez de su boca: "Panal de miel destilan tus labios; miel y leche hay debajo de tu lengua, y el olor de tus vestidos es como el olor del Líbano". Imágenes olfativas, táctiles, complementan las imágenes visuales. El poeta alude al mosto, casi negro, tras haber sido adobado con granadas. Alude a la noche, al sueño, al parto de la madre de Sulamita, que pare a su hija en la oscuridad de la noche, al pie de un manzano.
Isis y su hijo Horus (Foto: quadernsdigitals.net) |
¿No es ella la que sube del desierto como negra columna de humo, lo mismo que la negra Isis? ¿No pare Isis a Horus sola, recostada contra una palmera, en mitad de la noche? Kali, la diosa hindú, también es negra y la llaman la Hlandera o la Tejedora, por ser la dueña del hilo de la vida. Magdalena, la esposa de Jesús en el primitivo esoterismo cristiano, también aparece como Tejedora y, confundida con la madre del Maestro, como morena, para dar origen a las Vírgenes Negras. Belicena, la paredra de Belén, el dios Baal de los cananeos, también es Negra.
Moisés, pese a establecer la ley racial, no tiene empacho en desposarse con una princesa etíope. Aaron y Myriam, escandalizados, son incapaces de comprender a su hermano. Sin embargo, la lección de Moisés es harto explícita: hay una vida espiritual, destinada a Dios, y una material destinada a la Madre. La Gran Madre, la Tierra, también es Negra, lo mismo que su propia materia. La viña de la Sulamita está en un lugar llamado Baal-hamón: el huerto del dios Toro, invocado en el paganismo como el "marido de los campos". La Amada de Salomón, que también ha sido mirada por el Sol, sale de su casa y clama, desafiante y orgullosa: "Soy morena, oh hijas de Jerusalén y de Sión, pero soy hermosa", dice la Sulamita, y añade: "Soy negra porque el sol me miró".
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