AMADO CARBONELL SANTOS
Seguramente
el caso de Tunguska sea el acontecimiento más famoso de la ufología rusa y
mundial. La madrugada del martes 30 de Junio de 1908, un objeto explotó sobre
el cielo de la estepa siberiana iluminando gran parte de la noche de todo el
continente europeo, llegando incluso a verse desde tierras francesas y
españolas.
Señalización del lugar del suceso (Foto: wikipedia.org) |
Los
científicos no sabían cómo interpretar este acontecimiento, el delegado de la
rama científica del gobierno ruso alegó que no se habían encontrado restos de
roca o artefactos en el lugar del incidente… ¿Estaba diciendo la verdad? Durante los
meses anteriores al acontecimiento de Tunguska, muchas personas advirtieron a
las autoridades del avistamiento de diversos objetos volando sobre el espacio
aéreo ruso.
La mañana
del 22 de febrero de 1908, se observó durante más de 30 minutos un extraño
objeto muy brillante en forma de V, volando en dirección Norte sobre la ciudad
rusa de Brest. Durante el
mes de abril del mismo año, un objeto se precipitó cerca de las vías del
ferrocarril de la provincia de Kovelskaya, en el distrito de
Novoaleksandrovsky. La prensa local informaba que el maquinista de uno de los
trenes detuvo el convoy y descendió junto con los pasajeros para observar el
meteorito, que estaba en su mayor parte enterrado a causa del impacto y
presentaba formas pedregosas de color blanco.
Según una
publicación del astrofísico Pesach Amnuel, durante el año 1908 hubo un
incremento de actividad solar, y algunos de los objetos que orbitaban el Sol en
aquel año podrían haberse desviado por acción del viento solar, precipitándose
hacia nuestro planeta. Aunque esta explicación, no explicaría el objeto
avistado en febrero sobre Brest, ni tampoco el caso de Tunguska.
En base a
las observaciones de los científicos locales de la ciudad siberiana de Irkutsk,
un objeto se aproximó con un acimut de 115º y descendió sobre la línea del
horizonte con un ángulo de caída de entre treinta y treinta y cinco grados. La trayectoria
que describió era en dirección noroeste hasta que desapareció tras las
montañas, instantes después se liberó una cantidad de energía similar a una
explosión de gran magnitud. Los arboles de las zonas cercanas a Tunguska
ardieron durante más de una semana. Las cenizas producidas fueron esparcidas
por todo el globo a causa de las corrientes de aire reinantes en el lugar.
Se estima
que la masa del objeto era aproximadamente de 100.000 toneladas y la fuerza de
la explosión cercana a los 40 megatones, esto equivaldría a 2000 veces la bomba
que soltó EEUU sobre Hiroshima (Japón, 1945). Algunos
expertos en el campo de la balística que investigaron los testimonios de los
científicos locales y los contrastaron con las explicaciones de los lugareños
que vivían cerca del lago Baikal, explicaron que el objeto antes de la
explosión, sufrió una deceleración y se mantuvo volando a baja velocidad,
variando su trayectoria hacia el oeste, mostrando un brillante color blanco
azulado mientras pasaba cerca del lago a primera hora de la madrugada.
Alexei Zolotov (Foto: RIA Novosti) |
Sea como
fuere, decenas de millones de personas en todo el mundo fueron testigos
presenciales de las secuelas dejadas por el suceso de Tunguska. Durante las
setenta y dos horas siguientes al suceso, en toda Europa y Rusia la noche
desapareció, llegando incluso a iluminar las calles de la ciudad de Londres.
El
observatorio de Irkutsk reportó severas perturbaciones en los campos magnéticos
del globo terrestre a 900 kilómetros al sudeste de la zona de la explosión,
incluso en las zonas geomagnéticas adyacentes a la zona afectada mostraban
perturbaciones atmosféricas similares a las que se observan a alta y mediana
altura después de una detonación nuclear, pero a diferencia de éstas, la de Tunguska
se produjo después de la descarga de energía.
Durante 10
años, nadie hizo nada por averiguar qué o quién había provocado aquel enorme
estallido, o al menos eso es lo descrito en los informes oficiales de
sismología.
LAS PRIMERAS EXPEDICIONES A TUNGUSKA
El profesor
y científico del Museo de Mineralogía, Leonid Kulik encontró una hoja de
calendario en el interior de un cajón del museo, correspondiente al día 15 de Junio de
1910. Lo importante de dicha hoja estaba en su dorso, un impreso redactado a
máquina explicaba que un gran meteorito había caído en una gran extensión
selvática de la Taiga siberiana.
Kulik era un
hombre de acción y con un gran espíritu de conocimiento y aventura, consiguió
que la academia Soviética de Ciencias le ayudase a reunir a un grupo de hombres para que lo acompañasen
en la primera expedición a la zona de la misteriosa explosión, a la que
partieron en septiembre de 1921. Se entrevistó con muchos testigos y habitantes
del lugar, recopilando muchos datos del mismo día del suceso, dándose cuenta
que el fenómeno de Tunguska era de proporciones épicas. Ese mismo año no lograron llegar al epicentro del suceso y tuvieron que regresar a Petrogrado
(ciudad conocida también como Leningrado).
La segunda
expedición que lideró Kulik, también fue financiada por la Academia Soviética
de Ciencias, partió de nuevo hacia la Taiga en 1927. El propósito inicial de
ésta era hallar y estudiar la zona donde se creía que había caído el meteorito.
Kulik y su asistente Gulikh llegaron a la región de Vanara en marzo de 1927, es
una aldea de poca extensión, formada por algunas casas. Durante el mes de
abril, condujeron la expedición hacia el norte junto con Lyuchetkan, el cual
era su guía evenko. El 13 de abril descubrieron enormes extensiones de tierra,
llenas de árboles derribados. La imagen que se extendía frente a los
congregantes del grupo, les dejó sin aliento.
Durante los
meses de rastreo, búsqueda de restos e incluso drenando algunos de los lagos
cercanos al lugar, no lograron encontrar rastro alguno del meteorito que había
provocado aquel desastre ecológico. Durante los
14 años siguientes, el profesor Kulik encabezó varias expediciones más a la
zona, pero jamás regresó con una prueba o muestra del meteorito.
LA EXPEDICIÓN SECRETA DE MAKARENKO
El escritor ruso Alexander Leonidovich Kolsky publicó en un libro que hoy día es el libro de cabecera de muchos investigadores de su país, titulado: “En la encrucijada del Universo” editado en 1997, en Kiev. En dicho libro expone que a finales de Junio de 1908, una expedición conformada por científicos rusos y liderada por A. Makarenko trabajó en la zona del Katonga (nombre local que recibe el río Podkamennaya Tunguska).
Makarenko elaboró un informe donde se exponía todo lo que se había investigado, mesurado y obtenido de las diversas búsquedas realizadas en el río, que discurría cerca del lugar del suceso. Pero lo único que escribió es que se sentían muy desorientados en el lugar y no podían pensar con claridad, como si de algún modo sus mentes científicas estuviesen… desactivadas.
LA EXPEDICIÓN A TUNGUSKA DE 1949
Dicha expedición se puso en marcha un año después del primer ensayo de la primera bomba atómica soviética. Los científicos habían comprobado los efectos de dicha bomba en el entorno natural, y los habían comparado con las imágenes obtenidas por un avión de reconocimiento del ejército soviético que había sobrevolado la zona de Tunguska en dos ocasiones, mostrando un patrón muy similar a los restos dejados por la bomba creada por los científicos rusos.
Dicha expedición se puso en marcha un año después del primer ensayo de la primera bomba atómica soviética. Los científicos habían comprobado los efectos de dicha bomba en el entorno natural, y los habían comparado con las imágenes obtenidas por un avión de reconocimiento del ejército soviético que había sobrevolado la zona de Tunguska en dos ocasiones, mostrando un patrón muy similar a los restos dejados por la bomba creada por los científicos rusos.
El profesor Lavrenty Beria lideraría dicha expedición, una maniobra secreta del ejército ruso para recuperar los posibles restos del meteoro o de una posible aeronave impulsada por energía atómica, según explicaban algunos científicos que estuvieron bajo el mando de Stalin.
Portada del libro (Foto: librolibro.es) |
Beria llegó a la conclusión junto con los científicos que le acompañaban que los arboles que encontraron habían sido derribados por una onda expansiva de alta intensidad, creada sin duda por una explosión termonuclear. Al regresar a Moscú, cada uno de los científicos de la expedición, incluido Beria se encerraron en diferentes habitaciones con papel y maquinas de escribir, de este modo redactaron el informe con todo detalle de mediciones y observaciones realizadas en la Taiga (balística, radioactividad, magnetismo residual, etc…), mas tarde los oficiales a cargo de Beria recogerían todos los informes y objetos recogidos en la zona de la explosión.
Tuvieron que pasar muchas décadas para que se hicieran públicos los archivos ufológicos de Moscú y otras entidades gubernamentales, algunos de los informes redactados por el propio Beria, describen algunos objetos hallados en las cercanías de la zona de impacto de Tunguska. Según algunos de los científicos que le acompañaban, los restos hallados estaban formados por metales que no eran conocidos en nuestro mundo, de gran ligereza y que mostraban pequeñas trazas de radioactividad en su composición. Muchos de esos restos siguen todavía ocultos en confinamientos vigilados por personal militar ruso.
A la luz de los últimos descubrimientos realizados por el científico Lavrenty Beria, si estos informes son reales…¿Podríamos decir que el caso Tunguska es uno de los sucesos más importantes y reveladores de la ufología mundial? Y si es así, ¿Por qué se han ocultados dichas evidencias a la luz pública?
Solo el tiempo tiene la verdadera respuesta a este suceso, que 100 años después, todavía sigue siendo un gran misterio para la ciencia y la ufología.
Texto basado en el libro: Expediente Soviet UFO, de Philip Mantle y Paul Stonehill. Ed.: Nowtilus
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