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Pero mejor, vayamos por partes…
Una catedral, es un cumulo de símbolos y conocimiento oculto,
visible a los ojos de todos los visitantes, pero que solo pueden entender los
que han tenido la posibilidad de estudiarla. Pero en el caso que nos ocupa, no
es este tipo de “esoterismo” el que nos interesa, pues realmente, lo que
estamos buscando es la simbología sinérgica y metafísica, que se esconde en los
muros y elementos de dichos edificios.
En sus primeros siglos de vida, el catolicismo gozaba de una
fusión religiosa y cultural, la cual era un conglomerado de ritos egipcios,
celtas, griegos, romanos, hindúes, mesopotámicos… y los primeros constructores,
quisieron plasmar esos conocimientos a través de sus obras arquitectónicas, y de
los ritos oficiados por sus sacerdotes.
La mayoría de catedrales, están orientadas con la parte de la
cabecera (donde se halla el altar mayor), o la nave transversal de la propia
iglesia, hacia el cardinal Sureste de la tierra. Concretamente hacia el punto
por donde asciende el Sol el día 21 de diciembre (el solsticio de invierno),
del mismo modo que están dispuestas las construcciones de Stonehenge, o las
pirámides de la cultura maya, entre muchas otras. Esta orientación se basa en
la antiguas creencias paganas de que en esa fecha, el Sol se alza de nuevo
sobre la tierra, después de sobrevivir a la batalla contra la oscuridad del
invierno, y devolviendo el calor y la vida al mundo, renovando las energías de
la madre tierra (Rito celta de la Candelaria, o festividad romana del Sol
Invicto).
Capilla Miquel Barceló (Caredral del Palma) www.saltaconmigo.com |
Concretamente, en el
punto donde las líneas de energía radiestésica, conocidas como líneas Kharman,
se cree que se unen formando puntos o nudos de concentración energética. Este
nudo se encontraba a través de la búsqueda realizada por un zahorí, o por una
persona sensitiva, capaz de hallar éstas zonas a través de la energía que fluye
hacia la atmósfera; haciendo que la conexión del altar con la esencia de la
tierra, sea más directa e intensa. De ahí que el propio altar, fuese construido
con partes o piezas de mármol o granito, pues éstos provienen de canteras que
extraen dichos materiales, directamente de las entrañas del planeta.
En los ritos oficiados por los primeros sacerdotes, se tenían
muy en cuenta las influencias de la tierra y de la resonancia que se
concentraba en el edificio, que
juntamente con los gestos y ritos que se realizaban, hacían que la vibración
estremeciera a todos los asistentes, dando la sensación que el espíritu de
Jesucristo estaba dentro de ellos, pero lo que realmente sentían, era la fuerza
vital de la tierra, resonando dentro de ellos. A igual que lo hacen los cuencos
tibetanos cuando son tocados de forma correcta y armónica.
Pero antes de realizar cualquier ritual, se debían descargar
las posibles trazas de energía residual que los asistentes arrastraban con
ellos. La forma más rápida de conseguirlo, era llenar un recipiente con agua y
sal, que estuviera conectado directamente a la estructura de piedra del
edificio. En el momento que metían la mano en el agua, la energía sobrante era
descargada directamente a la tierra, haciendo que cuando accedían a la nave
principal, estaban limpios de toda vibración externa.
Pero el punto álgido del ritual, llegaba cuando estaban todos
sentados y el sacerdote subía a la zona del altar, y mirando hacia el punto
cardinal Sureste, levantaba las palmas de sus manos e invocaba la bendición del
padre creador (Inicio del rito Egipcio para la invocación del Dios Ra), que en
este caso era una resonancia natural que se concentraba exactamente en el
altar, pues además de la influencia de la zona telúrica, también influía la
forma de la cúpula de cabecera, que refleja 3,5 o 7 puntos energéticos sobre la
zona de convergencia del altar, según sea su estructura.
Añadido a todo esto, y siguiendo la voz del sacerdote, todas
las personas se levantaban, se sentaban u oraban al unísono, haciendo que la
acumulación energética fuera en aumento de forma exponencial, hasta llegar al
punto en que toda la estructura vibrase juntamente con la energía de las
personas que se encontraban en su interior.
Dedos en posición "Chin Mudra" www.yogaenred.com |
Tras terminar la liturgia, la gente salía al exterior con la
sensación de estar rebosantes de energía renovada. Y realmente así era, la
energía que se había concentrado dentro de aquellos fríos muros de piedra,
había hecho que todos ellos hubieran entrado en contacto con la resonancia
energética del Sol y de la madre Tierra, influyendo directamente en su cuerpo,
haciéndolos resonar al unísono.
Y por supuesto no podemos olvidar a las extrañas, grotescas y
curiosas gárgolas, las cuales normalmente actúan como adorno de los desagües
pluviales, para desaguar los tejados y cubiertas cuando llueve, de ahí que el
origen de su nombre sea francés: Gargouille (tubería o caño de desagüe). Aunque
si ya nos adentramos en el significado de la simbología masónica, las gárgolas
son las estatuas y figuras, por norma general grotescas, para mantener la
sabiduría que se halla entre los muros de la catedral a salvo del mal exterior.
Así pues, recuerden que cada vez que entren en una catedral,
o una iglesia clásica, fíjense en todos esos pequeños detalles que la hacen
especial por lo que realmente es, y no lo que aparentemente representa.
Incluidos los ritos egipcios y budistas que realiza el sacerdote, muchas veces
desconocedor del origen de sus gestos y propósito real de éstos.
Pues todos sus secretos están expuestos a la vista de todos,
solo visibles para aquel que sepa dónde mirar…
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