JOANA JOY
Las Vírgenes Vestales eran un conjunto de sacerdotisas escogidas
muy jóvenes de entre las niñas más perfectas de la ciudad. La edad requerida a la hora de ser
seleccionadas, oscilaba entre los seis y diez años.
Cuando una candidata a vestal era seleccionada, era separada de su familia, conducida al templo donde le eran cortados los cabellos, y donde era suspendida de un árbol, a fin de dejar claro que ya no dependía de su familia.

Además de tener todos los privilegios y honores por todas partes, las Vírgenes Vestales podían testar aún viviendo sus padres. Incluso disponer de lo suyo sin necesidad de tutor quien en casos normales era quien tenía toda la potestad para gestionar todos sus bienes. O curador; la intervención sobre los bienes de la Vestal de éste último, sólo estaba limitada a ciertos aspectos de la gestión de su patrimonio.
Entre los privilegios de las vestales, también estaba el de absolver a un condenado a muerte que encontraran cuando éste era conducido al cadalso, siempre y cuando se demostrase que el encuentro había sido casual. El perder la virginidad era considerado una falta peor incluso que el permitir que se apagase el fuego sagrado. El castigo era la muerte, y a su compañero se le conducía al suplicio…
Entre las vestales existía la
Vestalis Maxima o Vestalium Maxima, también conocida como Suma Vestal, y era la
encargada de supervisar las tareas a las vestales y era estaba presente en el
Colegio de Pontífices.
La residencia donde vivían las
sacerdotisas vestales en Roma, era un opulento e impresionante palacio de tres
plantas con 84 habitaciones, la cual estaba detrás del Templo de Vesta (el
mismo que albergaba el fuego sagrado), el Atrium Vestiae (palacio de las
vestales) era un edificio ubicado a los pies del Monte Palatino.

El fuego sagrado de Vesta, quien en la mitología romana era la diosa de la tierra, del fuego y del humo, era central en la piedad romana. Durante siglos hubo una llama eterna que ardía en el Templo de Vesta en el Foro romano.
El fuego en el templo de Vesta, que era representada ella misma como una llama viva, era por tanto el fuego del hogar de la ciudad. Como la extinción del fuego del hogar era una desgracia para una familia, de la misma manera la extinción de la llama de Vesta se pensaba que traía consigo un desastre nacional para Roma, lo que explica el severo castigo (normalmente la muerte) de las vestales que permitieran que el fuego se apagase.
Entre estas legendarias sacerdotisas vestales, una de las más conocidas fue Rea Silvia, madre mítica de los fundadores de Roma, Rómulo y Remo… También lo fue Occia, quien presidió la orden durante 57 años. Y Coella Concordia por ser la última Vestalis Maxima.
Los ritos de Vesta acabaron en el año 394 cuando la Llama Sagrada fue apagada por iniciativa de Teodosio I después de ganar la Batalla del Frígido derrotando a Eugenio y Arbogastes. El cual, una vez apagado el fuego, dio la orden para que las vírgenes vestales fueran expulsadas del templo.