Cabrit i Bassa (Óleo Miquel Bestard, Ajuntamnet de Palma) (Foto: Archivo Josep María Osma Bosch) |
El 5 de noviembre de 1285, Ciutat de Nallorques se rendía el rey Alfonso III de Aragón "el Liberal", monarca que había invadido el reino insular como represalia a la ayuda prestada por el rey Jaume II, quien en esos momentos se hallaba en Perpinyá, capital continental de su reino, a los franceses dándoles paso por los territorios mallorquines del Rosselló con la finalidad de penetrar en Catalunya por Girona. Pero no toda la isla se sometió al aragonés rindiéndole vasallaje y juramento, tal era el caso de la guarnición del castillo de Alaró, fortaleza roquera llamada en tiempos de la dominación islámica "Hisn al `Arun", es decir "fortaleza de los cristianos", cuyo nombre aparece en la crónica de Al Zuhri donde relata la conquista omeya a la isla en el año 902.
El propio Alfonso, al tener noticias de este foco de resistencia, se personó a la puerta del castillo exigiéndoles la rendición incondicional. Los defensores se negaron, y según se cuenta en el "Brevari mallorquí", libro eclesiástico medieval y del cual se conserva un único ejemplar depositado en el convento de Santa Magdalena de Ciutat, los defensores y el rey aragonés mantuvieron un diálogo, cuya traducción aproximada del catalán medieval al castellano es el que sigue:
-¿Quién ordena rendir sin condiciones el castillo?
- Amfós (mero en catalán), rey de Aragón y de Mallorques. Amfós, es un pez y se come con salsa, y nosotros no tenemos otro rey más que Jaume II, a quien prestamos juramento de fidelidad -replicaron los sitiados-.
-¿Quién eres tú? -preguntó el aragonés.-
-Guillem Cabrit y mi compañero Guillem Bassa.
- Te juro, Cabrit -dijo el rey Alfonso- que tal como tu apellido, te aré asar encima de un fuego.
Días después, los mallorquines desmoralizados, hambrientos y enfermos, se sometieron a la voluntad del enemigo. El monarca invasor tras ordenar agrupar a los prisioneros, preguntó a éstos quienes eran Cabrit y Bassa:
- Yo soy Cabrit, vasallo de Jaume II de Mallorques, y mientras viva le seré fiel.
- Yo soy Bassa, y hago mías las palabras de mi compañero.
El soberano de Aragón, ante esas palabras de los dos mallorquines, sentenció:
- Palabra os dí, y palabra de rey no miente. Así que Cabrit (cabrito en catalán) te asaré como a un cabrito, y tu Bassa, lo secundarás y no serás charco (bassa en catalán) que apague el fuego que yo mismo encenderé.
El rey mandó hacer una gran hoguera, y sobre ella pusieron atados y atravesados con hierros candentes a los dos héroes, cuyos cuerpos se fueron consumiendo, siendo recogidas sus cenizas por una mano anónima.
Nicolás IV, papa reinante es esa época, al tener noticia del funesto episodio, excomulgó al monarca usurpador, dándole más tarde el perdón a cambio de erigir un altar en la Seu de Mallorca en honor de los que había asesinado y depositar en él sus reliquias.
Guillem Cabrit y Guillem Bassa recibieron en esa ara catedralicia culto y fueron honrados como santos durante muchos años. Su festividad se celebraba por Tots Sants, el 1 de noviembre.
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