José María Ibáñez
Nació el 18 de abril de 1894 en Montella, un pueblo encantador de la región de Campania, situado en la provincia de Avelino (Italia). Leonarda Cianciulli, vivió una infancia marcada por el rechazo de su madre que nunca la aceptó como hija y la maltrató físicamente. Desde muy joven intentó suicidarse en distintas ocasiones. En 1914, contra la voluntad de su familia que quería que contrajera nupcias con su primo, se casó con un empleado de correos llamado Raffaele Pansardi. La leyenda cuenta que, al parecer, su madre, mujer alcohólica e irascible, maldijo a la pareja, terminando, supuestamente, de sellar la desdicha que la acompañó toda su vida.
Dispuestos a creer, la maldición, según parece, comenzó a
cumplirse desde el primer momento. Raffaele empezó a beber demasiado, abandonó
su trabajo, se volvió alcohólico, fue acusado de fraude e ingresado en prisión.
Cuando salió de la cárcel, ambos se trasladaron a vivir a Lecedonia, municipio de la provincia
de Avelino, en la región de Campania, pero, en 1930, su nueva casa acabó
totalmente destruida por culpa de un terremoto. El matrimonio viajó a
Correggio, un municipio de la provincia de Reggio Emilia, donde Cianciulli
abriría una pequeña tienda, que se hizo muy popular y fue muy frecuentada por los
vecinos de la zona: antes de sus crímenes era muy conocida en la zona, al margen de su amabilidad, por ofrecer consultas de tarot y videncia.
Lonarda Cianciulli ha pasado a la historia como “La
jabonera de Correggio”, asesina acusada de cometer tres crímenes
espeluznantes entre 1939 y 1940. Asesinó a tres mujeres y utilizó sus restos
para fabricar jabón y elaborar pastas de té. Su historia forma parte de las más
macabras crónicas negras italianas, marcada por supersticiones, tragedias
personales y una fuerte obsesión por proteger a su hijo.
Durante su matrimonio Leonarda tuvo diecisiete
embarazos, pero perdió tres de sus hijos a causa de abortos naturales. Diez más
fallecieron siendo todavía niños por lo cual se volvió extremadamente
protectora con los otros cuatro que aún vivían. Sus miedos estaban alimentados
por una bruja que tiempo atrás le había pronosticado que se casaría y tendría
hijos, pero que todos ellos morirían jóvenes. Leonarda tenía una idea fija,
liberar a sus hijos de la maldición que, supuestamente, le había hecho su
madre.
Pensó que el destino le había jugado una mala pasada y no se
vio capaz de enfrentarse a ese doloroso y persistente sentimiento de abandono
que le había marcado desde siempre. Cuando Giuseppe, su hijo favorito, decidió alistarse en el ejército italiano para combatir en la Segunda Guerra Mundial, ella
enloqueció. Desde ese momento en adelante, decidió, que ya nada importaría.
No sabemos a ciencia cierta el desencadenante de realizar sacrificios humanos para proteger a su hijo. Así fue
cuando daría comienzo a su serie de asesinatos, transformando los restos de los
cuerpos de sus víctimas en jabón y pasteles.
Su modus operandi siempre fue el mismo. Sin ningún tipo de
remordimiento invitaba a sus futuras víctimas a tomar el té, al que añadía una
buena dosis de somníferos. Una vez dormidas las asesinaba de un fuerte hachazo.
Luego descuartizaba sus cuerpos, los desangraba y, tal como decimos
anteriormente, utilizaba sus restos para fabricar jabón y elaborar pastas que,
de forma siniestra, compartía con otras vecinas a las que invitaba a tomar el
té.
Su primera víctima, según consta en los expedientes
policiales, fue Faustina Setti, mujer soltera que buscaba marido. Cianciulli,
tras consultar las cartas del tarot, le vaticinó que encontraría a su futuro
esposo en Roma. Antes de que Faustina viajara a la capital de Italia, la futura
asesina le convenció para que escribiera una carta a sus familiares diciendo
que estaba bien, que no se preocupasen por su ausencia. Más tarde, después de drogarla la
descuartizó.
La segunda, Francesca Soavi, era una maestra desesperada por encontrar trabajo. La jabonera le predijo un puesto en una escuela situada en
una población un tanto alejada de su casa. También le convenció para escribir
una carta a sus seres queridos con el fin de que no se preocuparan. La asesinó
de la misma forma que a Faustina y con sus restos siguió el mismo proceso de
fabricación.
Virginia Cacioppo fue su tercera víctima. Una ex cantante de
ópera a la que pronosticó un trabajo en Florencia. Tras asesinarla, según sus
propias palabras, la jabonera afirmó que su cuerpo tenía una excelente calidad
para fabricar jabón y que los pasteles elaborados con sus restos eran “especialmente deliciosos”.
Leonarda Cianciulli fue arrestada en 1941, después de que la
cuñada de Virginia Cacioppo, su tercera y última víctima, sospechara de su
extraña desaparición, ya que la última vez que la había visto fue entrando en
la tienda de la asesina. Le contó sus sospechas a la policía, se abrió una investigación
y poco tiempo después arrestaron a Leonarda. Durante el juicio, la jabonera
confesó sus crímenes dando todo lujo de escalofriantes detalles de los mismos,
mostrando en todo momento una actitud fría y calculadora.
La brutalidad de sus crímenes y la frialdad con la que los
confesó generaron una extraña mezcla de repulsión y morbo entre la población.
Su historia fue ampliamente cubierta y difundida por la prensa y, hoy en día,
sigue siendo objeto de análisis y estudio. Su caso se convirtió en un referente
de la criminología y psicología criminal. Fue condenada a treinta años de
prisión y tres en un asilo criminal para mujeres, donde falleció el 15 de
octubre de 1970.
Su caso ha inspirado libros, películas y estudios sobre la
mente criminal. Se ha convertido en un ícono de horror psicológico y criminal,
ya que combina elementos de trauma infantil, superstición y psicopatía. A
continuación, exponemos algunas claves de cómo sus crímenes se analizan desde
dichas perspectivas:
*Trastornos psicológicos: Su infancia estuvo marcada por el
rechazo materno y el abuso, lo que pudo haber contribuido a desarrollar una
personalidad con rasgos psicopáticos. Su obsesión por la protección de su hijo
sugiere un posible trastorno delirante.
*Superstición y rituales: Creía que debía realizar
sacrificios humanos para proteger a su hijo, lo que muestra una distorsión
cognitiva extrema. Su convicción de que el sacrificio garantizaría la seguridad
de su hijo es un ejemplo de pensamiento mágico llevado al extremo.
*Ausencia de remordimiento:
Durante el juicio, describió sus crímenes con frialdad y sin mostrar ningún
arrepentimiento, lo que es característico de individuos con trastorno
antisocial de la personalidad.
*Manipulación y engaño: Engañó a
sus víctimas con promesas de matrimonio y empleo, lo que demuestra una
capacidad para la manipulación, común en criminales con rasgos psicopáticos.
Vale la pena señalar que, casi
todo lo que sabemos de Cianciulli, proviene de sus propias memorias tituladas
“Confesiones de un alma amada”, cuya autenticidad ha sido ampliamente
cuestionada. Muchos sostienen que en realidad fue obra de los abogados
defensores que pretendieron eludir la posición de la acusada, quien solo había
estudiado hasta el tercer grado y por tanto difícilmente habría sido capaz de
escribir unas memorias de más de setecientas páginas.
Añadir que, varias pruebas
físicas del caso, entre ellas el caldero donde la jabonera cocía a sus
víctimas, están expuestas en el Museo Criminológico de Roma, situado en el
Palazzo del Gonfalone, un edificio que anteriormente funcionaba como cárcel de
menores. El museo exhibe una colección de objetos relacionados con los crímenes
y la justicia, organizados de forma cronológica.
*es.wikipedia.org
*www.clarin.com
*www.edenex.es
*www.infobae.com
*www.scenacriminis.com
*www.fenomenologia.net
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