José María Ibáñez
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Foto: estaciontrip.com.ar |
La
tumba de Madame Carrel, cuyo nombre de soltera era Anne Marie Goulez de la Motte,
reposa en un lugar tan pintoresco como misterioso; el cementerio de La
Cumbrecita, situado en la cima de una montaña. El lugar exacto donde reposan
sus restos está marcado por una cruz grabada con el nombre de “Madame Carrel” y
sus fechas de nacimiento y muerte. La historia del pueblo de La Cumbrecita,
ubicado en el valle de Calamuchita en las Sierras Grandes de Córdoba, Argentina
es tan atrayente como el lugar mismo.
En
1934, el ingeniero alemán Helmud Cabjolsky compró quinientas hectáreas de
tierras en un paraje desolado, sin caminos ni árboles, rodeado por ríos y
montañas. En 1935, se construyó la primera edificación; una casa de adobe con
ocho habitaciones, que pronto comenzó a recibir visitantes atraídos por la
belleza del lugar. Con el tiempo, surgió la idea de crear un pueblo alpino al
servicio del turismo, inspirado en la arquitectura centroeuropea. Se trazaron
calles, y se instalaron servicios básicos. El hijo mayor
de Helmut, también llamado Helmut, lideró la planificación urbana, respetando
tanto el entorno natural como las raíces europeas y criollas del lugar.
La
historia del Hotel La Cumbrecita está íntimamente ligada a los orígenes del
pueblo homónimo. Este hotel no solo es uno de los más emblemáticos de la zona,
sino que también fue parte fundamental del desarrollo turístico del lugar.
Como
decimos anteriormente, en 1935 se construyó una casa de adobe con ocho
habitaciones, originalmente pensada como vivienda. Con el tiempo, esta casa
comenzó a recibir visitantes y amigos, convirtiéndose en una pequeña hostería
familiar. La propiedad fue vendida al Sr. Reinaldo Schefski y su esposa Cándida
Navarro, quienes llegaron desde la Patagonia con la intención de criar ovejas. Sin
embargo, su espíritu emprendedor los llevó a transformar la antigua casa en una
hostería turística, que con los años evolucionó hasta convertirse en el actual
Hotel La Cumbrecita.
Madame
Carrel, nació el 15 de febrero de 1877 en París (Francia). En 1910, presenció
una curación súbita en el santuario de Lourdes; un niño ciego recuperó la vista
en sus brazos. Ese suceso la transformó de atea racionalista a católica
ferviente, totalmente convencida de que había presenciado un auténtico milagro.
Obtuvo el título de medicina en Francia y ejerció como enfermera en el frente
de batalla durante la Segunda Guerra Mundial.
Alexis
Carrel y Anne-Marie-Laure Gourlez de La Motte se conocieron en Lourdes, durante
uno de los viajes del médico francés a ese famoso santuario. Anne-Marie, que
era una viuda acaudalada, estaba allí trabajando como enfermera voluntaria
atendiendo a un grupo de peregrinos.
Este
encuentro fue muy significativo para ambos. Carrel, aunque inicialmente
escéptico, quedó profundamente impactado por las experiencias místicas que
presenció en el santuario mariano de Lourdes, lo que influyó en su evolución
espiritual. La conexión con Anne-Marie, que profesaba una fuerte fe católica,
reforzó ese cambio. Se casaron en 1913, cuando él tenía cuarenta y un años.
Efectivamente, Anne-Marie
se casó con Alexis Carrel, una figura fascinante, aunque muy controvertida de
la historia de la medicina. Nacido en París en 1873, fue pionero en técnicas
quirúrgicas que revolucionaros el tratamiento de órganos y vasos sanguíneos. Fue
Premio Nobel de Medicina en 1912, por sus avances en cirugía vascular.
Desarrolló las primeras anastomosis vasculares, permitiendo unir arterias y
venas sin que se formaran coágulos. También, fue precursor en el cultivo de
tejidos, sentando las bases para la biología celular moderna. Aunque trabajó en
los Estados Unidos, en instituciones como la Universidad Rockefeller, nunca
renunció a su nacionalidad francesa.
Durante
los últimos años de su vida, defendió ideas de eugenesia y mostró simpatía por
el régimen de Vichy durante la Segunda Guerra Mundial.
En
su libro “Viaje a Lourdes”, publicado en 1949 por la editorial Iberia de
Barcelona, narra con honestidad su lucha interna entre el escepticismo y la fe.
Se trata de un relato autobiográfico en el que narra su experiencia en el
santuario de Lourdes en 1903, donde presenció una curación que desafió su
visión científica.
Más
adelante, ese mismo año, y en la misma editorial publica “El hombre, ese
desconocido”, una reflexión profunda sobre la naturaleza humana, donde Carrel
propone que la ciencia debe estudiar al ser humano en su totalidad: cuerpo,
mente y espíritu. Ha sido muy criticado por sus posturas
elitistas y pseudocientíficas.
Conservador
en lo social, profundamente católico, y con inclinaciones místicas, su legado
científico sigue siendo relevante, pero su figura está marcada por una dualidad
entre el genio médico y el pensador polémico.
Madame
Carrel no solo continuó con el legado médico de Alexis, sino que lo fusionó con
prácticas energéticas y de sanación alternativa, algo que habría explorado
junto a él en sus últimos años. Ella afirmaba que muchas de sus ideas provenían
de conversaciones con su esposo, e incluso después de su muerte, decía sentir
su presencia guiándola en sus diagnósticos.
Lo
que sucedió, si es que realmente sucedió, entre Alexis Carrel y Madame Carrel
en Argentina es como un capítulo oculto de la historia, cargado de misterio y
espiritualidad. Aunque muchos aseguran que ella llegó sola al país tras la
muerte de su marido, existen teorías y testimonios que sugieren una conexión
mucho más profunda entre ambos, incluso en tierras argentinas.
Oficialmente,
Alexis Carrel falleció en París en 1944, y fue sepultado oficialmente en la
Capilla Carrel en Saint-Gilles-des-Marais, en el departamento de Orne, región
de Basse-Normendie, Francia. Pero serpentean rumores de que sus restos fueron
trasladados, o que incluso vivió de forma clandestina junto a su esposa en
Argentina. Algunos habitantes de La Cumbrecita aseguran que ambos vivieron
allí, refugiados entre los árboles y las montañas, llevando una vida retirada y
espiritual.
Hay
quienes aseguran haber visto documentos y fotos que no han salido a la luz,
incluyendo una imagen de Alexis Carrel en La Cumbrecita. Algunos médicos y
viajeros que la visitaron hablaban de una “doble presencia” en sus sesiones,
como si la energía de Alexis aún la acompañara.
Aunque
estos relatos no forman parte de la historia oficial, alimentan el aura de
leyenda que rodea a Madame Carrel. Como en todo buen misterio, hay documentos
perdidos, testigos anónimos… y una tumba que guarda más preguntas que
respuestas. Sea como fuere, tras la muerte de su esposo se trasladó a Argentina
y vivió en el Hotel La Cumbrecita, rodeada de libros, condecoraciones de guerra
y objetos esotéricos.
Madame
Carrel afirmaba tener la capacidad de ver el interior del cuerpo humano a
través del aura. Usaba sus manos como si fueran rayos X psíquicos y
diagnosticaba enfermedades sin necesidad de realizar exámenes médicos
convencionales.
En
su habitación del Hotel La Cumbrecita tenía una máquina extraña, cuando el
paciente la tocaba, se activaba un péndulo que indicaba que mineral faltaba en
su organismo. Algunos decían que era una mezcla de ciencia y magia.
Los visitantes y pacientes, llegaban desde Buenos Aires,
Rosario y Córdoba, muchos desahuciados por la medicina tradicional. Algunos se
quedaban semanas, participando en sesiones de sanación energética y oración. Se
dice que algunos eran médicos, sacerdotes o artistas que buscaban respuestas
más allá de la ciencia.
Los
pocos testigos que aún la recuerdan hablan de una mujer alta, elegante, vestida
de negro, paseando con sombrero de ala ancha y condecoraciones de guerra. Algunos vecinos
afirmaban haber visto luces extrañas en su habitación durante las sesiones
nocturnas. Se rumorea que mantenía correspondencia con grupos esotéricos
europeos y que recibía visitas discretas de intelectuales. Este pequeño círculo
en La Cumbrecita parecía vivir entre lo terrenal y lo trascendente.
Madame
Carrel, que falleció el 2 de febrero de 1968, dejó en el hotel una colección de objetos que
parecen sacados de un gabinete de curiosidades místicas. Libros antiguos sobre
medicina, espiritualidad y parapsicología, muchos escritos en francés y alemán. Condecoraciones de guerra que llevaba con orgullo, recuerdo de su servicio como
enfermera en la Primera Guerra Mundial. Una máquina misteriosa con un péndulo
que, al tocarla, indicaba qué mineral faltaba en el cuerpo del paciente. Rosarios,
crucifijos y relicarios, reflejo de su profunda fe católica tras su conversión
en Lourdes. Instrumentos de diagnóstico alternativo, como péndulos, cristales y
mapas energéticos del cuerpo humano.
La
habitación estaba decorada con tapices oscuros, velas encendidas y una
atmósfera que muchos describían como “fuera del tiempo”. Recibía pacientes
desahuciados que venían desde Buenos Aires, Rosario y Córdoba, buscando
sanación por el aura y el péndulo. Algunos testigos aseguran que había
fotografías de Alexis Carrel, y que ella hablaba de él como si aún la guiara.
Estos
objetos no solo hablan de su vida, sino de una época en que la ciencia y lo
espiritual se entrelazaban en formas inesperadas e insospechadas. Una vida
fascinante, ¿verdad?
FUENTES CONSULTADAS:
*estaciontrip.com.ar
*www.fucimed.org
*es.wikipedia.org
*parapsicologiadeinvestigacion.com
*historiaymedicina.es
*www.historiadelamedicina.org
*www.lavoz.com.ar