José María Ibáñez
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Foto: primiciadiario.com |
No estaría de mas, si el tiempo te lo permite, viajar hasta el Salto de Tequendama, una impresionante cascada natural situada a treinta kilómetros al suroeste de Bogotá, en la zona rural de Soacha, departamento de Cundinamarca (Colombia). Con una altura aproximada de ciento cincuenta y siete metros y situado sobre un abismo rocoso de forma circular, esta caída de agua se forma cuando el río Bogotá se precipita hacía un profundo cañón, creando un paisaje espectacular.
Según nos cuenta la más pura tradición mitológica, Bochica, dios del sol, maestro y héroe civilizador, enseñó a los Muiscas, una civilización indígena precolombina que habitó el altiplano, a hilar el algodón y tejer mantas, además de inculcarles principios morales y sociales, con golpe certero y para evacuar las aguas que inundaban la sabana de Bogotá, con un certero golpe de su báculo, creó el Salto de Tequendama.
Algunas investigaciones señalan que estas inundaciones coinciden con el final de los glaciares tras la última edad del hielo (hace diez milenios). Este hecho sucedió hace dos o tres milenios y daría lugar a una inundación que cubrió la laguna, lo que obligó a algunas generaciones Muiscas a emigrar hasta tierras más altas.
Al margen de lo que nos cuenta la mitología, la vieja casona que bordea el precipicio, al lado de la carretera, en su momento más álgido fue el Hotel Refugio del Salto, edificación de arquitectura francesa construido en 1923 e inaugurado en 1927. Originalmente funcionó como estación del ferrocarril del sur y más tarde se convertiría en un establecimiento hotelero que acogió a la élite colombiana de la época.
Sin embargo, con el paso del tiempo el hotel acabó abandonado convirtiéndose en un enclave que atesoraba historias de fantasmas y leyendas urbanas. Añadir que, el Salto de Tequendama, a pesar de su belleza, también es un escenario asociado con la tragedia. Desde principios del siglo XX, se han registrado numerosos casos de suicidio por toda la zona.
Y es que, el abismo, con sus profundidad y su imponente energía, parece atraer a las personas desesperadas que buscan una salida a sus problemas, tal como relatan algunos cronistas a través de sus escritos publicados en la prensa local de la época. A este respecto, decir que las autoridades colombianas han puesto en marcha importantes medidas para prevenir los suicidios en el Salto de Tequendama y sus alrededores; instalación de barreras de seguridad y creación de líneas de ayuda telefónica. Sin embargo, el problema persiste hoy en día y se ha convertido en un auténtico desafío para las autoridades locales. Este lugar guarda mucho misterio y un inquietante ambiente paranormal. Por ejemplo, aseguran algunos visitantes, que han escuchado lamentos y visto sombras, partiendo del interior de la cascada y recorriendo todo el perímetro del Salto de Tequendama.
Actualmente, en la mansión donde se estuvo instalado el antiguo Hotel Refugio del Salto, visiblemente reformada, se ubica la Casa Museo Salto de Tequendama Biodiversidad y Cultura, que nos ofrece una oferta de los más interesante, una exposición sobre la historia y la relación con las comunidades indígenas de la región. Se inauguró en 2014.
Añadir que, en el año 1900, se inauguró la hidroeléctrica de El Charquito, que utilizaba el agua del río Bogotá antes su llegada a la cascada. En 1940 se iniciaron las obras del embalse del Muña, en la zona natural de Sibaté, con lo que se vio mermado gran parte de su caudal. Con el desordenado crecimiento de la ciudad de Bogotá y, concretamente, del cercano municipio de Soacha, el río y sus afluentes fueron crónicamente contaminados perdiéndose una gran parte de la importante flora y fauna que poseían, así como su atractivo turístico, que por entonces, formaba parte de una de las estaciones el Tren de la Sabana, que prestó servicios de transporte ferroviario desde 1889 hasta 1991 en el área metropolitana de Bogotá.
Cuenta la leyenda que los indios Muiscas solían saltar al vacío desde lo alto de las cataratas para evitar ser capturados por los conquistadores españoles y que, al caer, se transformaban en águilas que volaban en libertad y dejaban sus humanas almas rondando por las cataratas y acechando a los invasores.
A estas almas debemos añadir las almas en pena de los que saltaban al vacío desde los balcones y ventanas del antiguo establecimiento hotelero. Dicen que, como les era imposible encontrar la paz, se quedaban vagando por los pasillos y las habitaciones de la vieja edificación. Dicha situación da pie a cientos de historias donde, presuntamente, se reúnen los fantasmas indígenas y los actuales.
Hoy en día, el enclave, como decíamos anteriormente, funciona como un museo donde turistas, curiosos y viajeros afirman haber visto espectros. Expertos en estas temáticas paranormales y trabajadores del museo, señalan que es normal que se produzcan fenómenos sobrenaturales. Ellos mismos, cuentan que se oyen gritos desgarradores y la atmósfera les resulta muy densa, sobre todo, a quienes lo visitan por primera vez.
En definitiva, el Salto de Tequendama es un lugar que nos invita a la reflexión. Su historia, marcada por la belleza, la tragedia y la esperanza, nos recuerda que la vida es un ciclo continuo de transformación. El Salto de Tequendama, entre la realidad y la fantasía, sigue siendo un destino preferente para el turismo popular, también, para el buscador de enigmas y misterios, ya que, su complejo pasado lo ha convertido en un lugar único e inolvidable. En definitiva, un lugar fascinante que atesora una rica historia y un fresco aire de misterio.
FUENTES CONSULTADAS:
*es. wikipedia.org.
*www.infobae.com.
*www.panamericanworld.com.
*www.venelogia.com.
*www.semana.com.
*www.colombia.com.
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