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José María Ibáñez.

domingo, 15 de abril de 2012

LA DESAPARICIÓN DE FAWCETT EN EL AMAZONAS (I)


RAÚL NÚÑEZ

Percy Fawcett
(Foto: cadenaser.com)
La expedición y desaparición de Percy Fawcett en el Amazonas en el año 1925 nunca ha sido aclarada, y el enigma sigue en pie hasta nuestros días. Se han barajado todo tipo de hipótesis alrededor de su desaparición pero se sabe muy poco de su vida y que le impulsó en forma tan tenaz continuar hasta el último momento en la búsqueda de aquella Ciudad Perdida, la misteriosa Z de sus desvelos, que para algunos estudiosos puede ser la entrada a Akakor o a una civilización perdida que no quiere tener contacto con nadie del mundo exterior. ¿Encontró realmente la ciudad de sus sueños y permaneció en ella a través de los años? ¿Fue cruelmente asesinado por los indios murcegos de la selva?


¿QUIÉN ERA REALMENTE FAWCETT?
Por de pronto debemos decir que Fawcett era una persona iniciada y mística por excelencia, más de alguien lo definió como “que llevaba el esoterismo en la sangre y en el alma”. Su hermano Edward Douglas colaboró con Helena Blavatski en su libro famoso “La doctrina Secreta” y fue miembro fundador de la Sociedad Teosófica.


Percy Harrison Fawcett fue fundador de la Royal Geographical Society de Londres y entre sus amistades prominentes cuenta el legendario Sir Arthur Conan Doyle. Nació e el año 1867, y en enero de 1901 se casa. Pero esto no fue impedimento para seguir su búsqueda personal, más aún entre sus muchos viajes que le dieron una visión muy especial de la vida, aprendió topografía y también tuvo un hijo que nacería en Ceylán en 1903. Sus inquietudes lo llevaron a Bolivia cuando solo Argentina en aquellos años tenía unas fronteras claras y en ese viaje encontró quizás ese encanto de Sudámerica que lo “enganchó” totalmente. Es así como después de la Primera Guerra Mundial terminó totalmente convencido que su vida tenía que ser en tierras sudamericanas, incluso se trasladó como primer paso a Jamaica donde llevó a su familia. Estaba convencido que Gran Bretaña y toda Europa era un continente en decadencia y sin mucho que ofrecerle, en más de una ocasión lo comentó entre sus amistades logrando muchas veces incomprensión y extrañeza entre sus compañeros.


Ruta de Fawcett en busca de la "Ciudad Perdida"
(Foto: eldoradocolombia.com)
Fawcett estaba convencido que existía una ciudad perdida en alguna parte del Amazonas, pero cuando su idea comenzó a tomar forma y más fuerza que nunca es cuando llegó a sus oídos la experiencia de un tal Francisco Raposo que relata que en el año 1743 tuvo acceso a una Ciudad Perdida y no registrada cuando se encontraba con sus hombres buscando las Minas Perdidas de Muribeca. Fawcett tuvo la oportunidad de leer un documento revelador que se encuentra en la Biblioteca Nacional de Río de Janeiro, bajo la cláusula de Sección Manuscritos, obras raras. El documento está realizado por el Canónigo J. de la C. Barbosa quién describe con todo detalle la expedición de un personaje de nombre Raposo ya que éste le envió la noticia al Virrey don Luís Peregrino de Carvalho Menezes de Athaide. No recibió respuesta del Virrey ni existe prueba que los monarcas portugueses hayan tomado alguna medida y desde entonces se perdió en el tiempo, igualmente que de Francisco Raposo nunca más se supo.


Fawcett completamente convencido que éste tal Francisco Raposo había tenido el privilegio y la suerte de encontrar la Ciudad Perdida se obsesionó de tal manera que, desde el momento mismo de tener conocimiento de este documento en el interior de su cabeza creó las raíces para una expedición definitiva que diera luz al enigma de una ciudad totalmente desconocida para el mundo civilizado de entonces. Fawcett además apoyaba sus ideas en unas figuras de cerámica y otros objetos que había recogido en su viaje por el Norte de Chile y sobretodo una imagen de cerca de 10 pulgadas de alto que le fue entregada por Sir H. Rider Haggard, imagen que había sido encontrada en Brasil y que poseía una figura con una placa en el pecho con un gran número de caracteres. Más de una vez Fawcett se expresó al respecto de esta figura: “Creo firmemente que procede de una ciudad perdida”.


Fawcett sostenía que aquella figura poseía la característica de transmitir corriente eléctrica por las extremidades cada vez que se tocaba, incluso recurre para su explicación a la Ciencia de la Psicometría muy poco conocida en Occidente, la cuál transmitía imágenes y mensajes a distancia, según algunos eruditos orientales de aquellos tiempos. Entre las creencias o las convicciones de Fawcett está la existencia de una raza de gigantes que habría vivido con anterioridad en la Tierra y que habrían alcanzado unos conocimientos superiores, y creado una gran civilización tecnológica. Al respecto decía: “Tiahuanaco fue construida como Sacsaihuaman y gran parte del Cuzco por una raza que manipulaba rocas ciclópeas y que las esculpía para ajustar tan perfectamente que es imposible introducir una hoja de un cuchillo entre sus junturas. Contemplando estas ruinas no es difícil creer en la tradición que relata que fueron levantadas por gigantes”.
Tomando en cuenta lo anterior, y teniendo como detonante que llegara al conocimiento de Fawcett la existencia del documento del Canónigo J. de la C. Barbosa, sus creencias y convicciones se transformaron en obsesiones y es así como decide en ir a buscar esa Ciudad Perdida, que él denomina como la Letra Z, y que seguramente le daría muchas respuestas a sus inquietudes.
(Foto: insider3.blogspot.com


El documento en sí nos habla de un tal Francisco Raposo quien partió con 18 colonos y que luego de muchas desventuras, más allá de una zona pantanosa se encontró con unas montañas dentadas. Una vez superadas estas montañas observaron unas llanuras y más allá más selva virgen. Se envió una avanzada indígena quienes regresaron diciendo haber encontrado todos los vestigios de una ciudad completamente solitaria. Aquella noche los expedicionarios de Raposo no durmieron de expectación. Al otro día la expedición entró en la ciudad. Primeramente observaron una enorme estructura ciclópea de 3 arcos de enormes losas, similar a las de Sacsaihuaman. En lo alto del arco central se veían inscripciones gastadas por el tiempo totalmente desconocidas. Existía una calle rodeada por edificios de dos pisos, con bloques de piedras sin juntura ni mezcla, de una perfección increíble. La expedición de Raposo bajaba la calle asustada y a la vez asombrada. Llegaron a una especie de plaza donde en el centro había una columna colosal de piedra negra y sobre ella la efigie de un hombre con una mano descansando en la cadera y la otra apuntando al Norte. Obeliscos esculpidos en las esquinas de los cuatro lados de la plaza daban un aire de majestuosidad y de poderío al lugar inexplicable. En uno de esos costados se alzaba un magnífico edificio que era posiblemente un palacio. La figura de un adolescente se hallaba esculpida a la entrada principal con caracteres e inscripciones parecidas a los de la Grecia Antigua.


Siguiendo la calle se observaban grietas y ruinas hundidas que daba toda la impresión de ser consecuencia de un gran terremoto de antaño. También se pudo observar una especie de monasterio con quince aposentos que se comunicaban con un vestíbulo central. Se encontró una moneda de oro. En una de las caras mostraba una efigie de un joven arrodillado y en la otra un arco, una corona y unos instrumentos desconocidos. Según estudios posteriores de lo descrito por Raposo se deduce que no tenía idea de donde se encontraba, ya que según su relato se desplazó 50 millas más abajo y se encontró con un río no identificado y pudo divisar "dos hombres blancos en una canoa". Luego de largos meses en la selva apareció por Paraguassu.


Fawcett leyó toda esta aventura de Francisco Raposo y se documentó de otras personas y estudiosos llegando a la conclusión que la descripción de Raposo era de la famosa Ciudad Perdida que han buscado tantos exploradores, aunque también estaba convencido que no existía solo aquella ciudad perdida sino habían muchas más. Su imaginación se adornó más aún cuando en el año 1907 Fawcett recibió la confesión de un administrador de una dependencia de colectores de caucho, de origen francés que le confesó: "Mi hermano subió por el Tahuamanu en lancha y un día oyó decir que estaban cerca de los indios blancos. De improviso él y sus hombres fueron atacados por salvajes, completamente blancos, apuestos, de pelo rojo y ojos azules y que luchaban como demonios, y cuando mi hermano mató a uno de ellos los demás recobraron el cadáver y huyeron con él, la gente dice que no existen tales indios que son mestizos pero quienes los han visto piensan de manera diferente"...


(Foto: aventurasextraordinarias.blogspot.com)
Todos estos relatos y experiencias se fueron juntando y dieron una estructura de la actuación posterior de Fawcett en sus exploraciones. Una de las más peligrosas aventuras que le tocó vivir a Fawcett ocurrió en 1913 y según sus propias palabras ocurrió lo siguiente: "En cuanto llegó de La Paz mi antiguo amigo Manley, nos despedimos y partimos hacia la frontera brasileña. Atravesamos la región de los indios yanaiguas que a veces atacan a los viajeros pero no nos topamos con ninguno. En las selvas bajas, más allá de San Ignacio, caminamos seis días seguidos a través de bañados de lodo y agua. Pasamos la estancia de San Diego, luego la Selva San Matías "Villa Bella". Después de bogar 11 días por el río Meuqens, nos encontramos con el Barón Erland Nordenskiold, quien en compañía de su valerosa esposa investigaba las tribus indias del Guapore. A doce millas hacia el Este había unas colinas que el Barón consideraba imprudente visitar, es seguro que allí hay tribus salvajes -observó- todos hablan de caníbales grandes y velludos. Me reí y afirmé: "pronto sabremos pues vamos allá" . Cargados de pesados bultos dejamos el río Mauquens y días después arribamos a unas llanuras pastosas, las primeras colinas de "Sera dos Precis".
(Foto: rutanomada.com)
"Posteriormente entramos a una selva y tres semanas después llegamos a un camino ancho que denotaba mucho tránsito. Salvaje -dije- y nos encaminamos por el camino nuevo. Después de varias plantaciones llegamos a un claro, había dos cabañas en forma de colmena. Mientras observábamos salió un niño de color cobrizo con una nuez en la mano y un hacha en la otra. Se sentó de cuclillas y comenzó a martillar la cáscara. Se había corrido para mí el velo del tiempo, para revelar un aspecto del lejano pasado,  una hojeada a la prehistoria. La nuez se partió, el niño lanzó un gruñido de satisfacción y se echó la semilla a la boca. Fawcett silbó y advirtió gran alboroto en la tribu e instantes después fue rodeado por los hombres con arcos y flechas. Por fin habían aceptado nuestra amistad y el jefe mismo compartió nuestro alimento. Poco después supe que éste era el pueblo de los Maxubis, creo que este pueblo al igual que muchos otros del Brasil descendían de una civilización más elevada. En una de sus aldeas había un hombre peligroso de ojos azules que no era un albino. Adoran al sol y uno o dos hombres tienen la obligación de saludar todos los amaneceres al Sol con voces musicales. Era la música de un pueblo desarrollado, no de salvajes. Tenían nombres para todos los planetas y llamaban a las estrellas Vira-Vira, curiosamente sujestivo -afirma Fawcett- con los Viracocha de los Incas al Dios Sol. En todo sentido indicaban un estado superior más que evolución al salvajismo. Los Maxubis nos advirtieron sobre los Maricoxis, tribu de caníbales que habitaban más al Norte".


Este relato aportado por el mismo Fawcett nos da una idea de como se fue gestando dentro del explorador que una súper-civilización habitaba en una Ciudad Perdida entre la enorme jungla del Amazonas, más aún cuando en el año 1920 en el rancho del Coronel Hermenegildo Galvao, alguien le contó que un jefe indio de la tribu Nafaqua, cuyo territorio quedaba entre los ríos Xingu y Tabatinga, aseguraba conocer la ciudad que vivían los indios que hablaban de "CASAS ALUMBRADAS CON ESTRELLAS QUE NUNCA SE APAGAN". Fawcett cuando escuchó esta afirmación de dicho Coronel afirmó tajantemente: "Esta fue la primera pero no la última vez que oí hablar de las luces permanentes, encontradas en antiguas casas por esa civilización olvidada. Este medio descubierto por los antiguos, aún no ha sido re descubierto por los científicos hoy en día".


CONTINUARÁ...


ESTE ARTICULO FORMA PARTE DE UNO DE LOS CAPÍTULOS DEL LIBRO "EXPLORANDO EL LABERINTO" ESCRITO POR RAÚL NÚÑEZ Y EDITADO POR EL "INSTITUTO DE INVESTIGACIONES Y ESTUDIOS EXOBIOLÓGICOS" (BARCELONA-2002)




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