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José María Ibáñez.

sábado, 19 de abril de 2025

EL HOMBRE AL QUE NO PUDIERON AHORCAR

 José María Ibáñez

                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                              

Foto: discover.hubpages.com



Esta es una de las historias más curiosas reflejadas en los manuales de la criminología británica. Nos estamos refiriendo a la de John "Babbacombe" Lee, nacido en 1854 en Abbotskerswell, condado de Devon, al suroeste de Inglaterra. Las penurias de aquella época, el hambre y sus ansias de ver mundo hicieron que apenas con diecisiete años se alistara en la Royal Navy. Pero al poco tiempo acabó enfermando y tras sufrir una grave neumonía fue declarado no apto y apartado definitivamente de sus servicios en la marina. Ya de vuelta a su hogar trabajó como chico para todo en casa de la mujer que más tarde sería asesinada. Efectivamente, fue acusado de la muerte de Emma Whitehead Keyse, una anciana adinerada que vivía en la bahía de Babbacombe, situada en Torquey, también en el condado de Devon.

Regresó a tierra firme, pero la penuria y el hambre se unieron a su cuerpo cada vez más debilitado por la enfermedad, y con menos esperanzas de conseguir algún trabajo digno. Finalmente lo encontró en un pueblo muy cercano de la zona donde había pasado su infancia: mozo de una anciana, alguien que vio a John una persona totalmente fiable que la ayudaría en las muchas labores de la granja.

Junto a él trabajaban tres muchachos más. Unos hacían labores de campo, otros cuidaban de la casa. Era una vida sencilla, sin excesivas complicaciones. Aunque la tragedia siempre descorre su velo cuando uno menos se lo espera. Y eso fue lo que ocurrió aquel 15 de noviembre de 1884. La casa se incendió y cuando llegaron los bomberos, se encontraron a John desesperado por apagar las llamas que estaban consumiendo aquella granja donde se ganaba la vida.

Una vez sofocado el fuego, los bomberos descubrieron algo más en la casa; la señora Emma Keyse estaba tendida en el suelo sobre un charco de sangre, sin vida, con un hachazo en el cuello, había sido brutalmente degollada. Los investigadores policiales no tardaron mucho tiempo en atar cabos y lo hicieron del modo más sencillo posible. John era el único que estaba en aquellos momentos en la casa, en la escena del crimen. Su presencia allí, más el hecho de contar con antecedentes penales, en el pasado había realizado algún pequeño hurto para poder comer, hizo que la sentencia fuera firme y clara; se le condenó por asesinato a morir en la horca.

La noticia se esparció por toda la zona como un reguero de pólvora ya que Kayse, de sesenta y ocho años, era muy conocida en la comunidad. Sabemos por sus amistades que era una mujer introvertida y callada, sumamente religiosa. Nunca se había casado y nadie recordaba que hubiera tenido algún pretendiente.

Aunque las pruebas en su contra eran circunstanciales John fue juzgado, declarado culpable de asesinato y sentenciado a la pena capital, a morir colgado de la horca. Él siempre mantuvo su inocencia.

El día de la ejecución en la prisión de Exeter, ocurrió algo totalmente inexplicable. La trampilla del patíbulo falló en tres ocasiones cuando intentaron ahorcarlo, a pesar de que los verdugos revisaron el mecanismo y comprobaron que funcionaba correctamente, cada vez que Lee se colocaba sobre la plataforma esta se negaba a abrirse.

Ante este extraño suceso, las autoridades decidieron conmutar la pena de muerte por cadena perpetua. Definitivamente, Lee cumplió veintidós años en prisión antes de quedar en libertad en el año 1907. Su historia se convirtió en la de "el hombre al que no pudieron ahorcar" y muchos la interpretaron como un acto de justicia, una intervención divina o un increíble golpe de suerte.

Después de la liberación, John se dedicó a explotar su celebridad dando conferencias sobre su vida y hasta formó parte del guion de una película de cine mudo. Se cree que más tarde emigró a los Estados Unidos. 

Al parecer, residió en la ciudad de Milwaukee donde pasó sus últimos años de su vida totalmente en el anonimato. A pesar de la fama que llegó a obtener por su increíble supervivencia, no dejó ningún tipo de información sobre los años que pasó en la prisión. Su historia inspiró libros, artículos y hasta un álbum de la banda británica Fairport Convention.

No deja de ser curioso que alguien que desafió en tres ocasiones a la muerte de forma tan espectacular, terminara llevando una vida tranquila y totalmente alejada de los medios de comunicación. 


FUENTES CONSULTADAS:

*Archivo de Historias Olvidadas.

*elpensante.com

*supercurioso.com

*codigooculto.com

*ichi.pro




 

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